1/25/2017

Las artes en el Renacimiento


¿Recordáis a los mecenas, verdad? Hombres y mujeres poderosos y cultos que  pagaban a los artistas para rodearse de obras de arte. Pues bien, ellos sentían una enorme admiración por el mundo clásico, tanta que querían transformar las ciudades en las que vivían llenándolas de construcciones que recordaran a las antiguas Grecia y Roma. Esto hizo que la arquitectura se transformara, se volviera más sencilla, equilibrada. Si en el estilo Gótico los edificios se hacían sobre todo para Dios, en el Renacimiento se hicieron principalmente para  el Hombre. A su medida. Espacios en los que no se sintiera tan pequeño e insignificante.
Como los Mecenas vivían en ciudades, se buscó  que éstas fueran lo más organizadas posible, para ello se desarrollaron los primeros planes de “urbanismo” en los que se intentó crear una “ciudad ideal”. Ya Platón había hablado de ella en el siglo IV a.C.


Sus viviendas también cambiaron, los antiguos e incómodos castillos medievales, fueron sustituidos por palacios más prácticos, en los que era posible vivir, trabajar y disfrutar. Por ejemplo en Venecia los palacios se orientaban al canal para poder recibir las mercancías,  y en el interior reservaban espacios ajardinados –patios-, en los que poder pasear.
Algunos nobles llegaron a tener además viviendas de descanso en el campo, como ya tenían los antiguos aristócratas romanos, se llamaban “Villas”. Y como sucedía en Roma, se decoraron con hermosos frescos y copias de esculturas clásicas. Necesitaban estar rodeados de Belleza.


Arquitectos como Bramante, Vignola, Brunelleschi o Miguel Angel fueron los encargados de esta importante transformación. Ellos mismos empezaron a firmar sus obras, siendo cada vez más conscientes de la importancia de lo que hacían y de ellos mismos.
Un ejemplo muy llamativo lo encontramos en el arquitecto, escultor y pintor florentino Miguel Angel Buonarrotti, que se atrevió incluso a enfrentarse al Papa Julio II cuando éste le encargó pintar la Capilla Sixtina. Al final, cuando consiguió representar lo que él quería. Se encerró durante cuatro años en ese lugar, y subido a un andamio de noche y de día, creó una de las obras de Arte más bellas e importantes de la historia de la humanidad. ¡Todo un triunfo para el Hombre!
La escultura también se transformó en el Renacimiento. En este cambio influyeron dos ideas muy importantes: por un lado, la imitación de los modelos de la Grecia y Roma antiguas, y por otro lado, ese humanismo o “humanización” del que ya hemos hablado en la arquitectura.
Es en el Renacimiento cuando comenzaron a desenterrarse antiguas esculturas griegas y romanas y, fascinados ante tal belleza, los escultores renacentistas comenzaron  a imitarlas. Por eso, se pone de moda el desnudo, la representación de temas mitológicos o la realización de retratos ecuestres de los más poderosos como si se tratara de emperadores romanos.


También se volvieron a usar el mármol y el bronce, como hicieran griegos y romanos, en lugar de la piedra, más tosca, utilizada en la Edad Media.


Las esculturas griegas y romanas que se iban desenterrando presentaban al hombre como algo valioso. Del mismo modo, la escultura en el Renacimiento se humaniza. Esto no significa que se dejara de representar a los santos y profetas, sino que los personajes se vuelven más humanos, con emociones parecidas a las nuestras: ellos también sienten, sufren y envejecen.
Al igual que los arquitectos, los escultores empezaron a ser famosos. Destacaron Donatello, Andrea della Robbia y Miguel Ángel, los cuales no sólo eran escultores, sino que cultivaron otras disciplinas.
En cuanto a la pintura, ocurrió lo mismo que en la escultura. Los grandes mecenas, deseosos de ser recordados, encargaron retratos que les mostraran bellos, poderosos y llenos de grandeza…como los emperadores en la antigua Roma.
También en esta disciplina, se retomó el tema del desnudo, valorándose así en el Hombre tanto el cuerpo como el alma.
A principios del siglo XV se inventó una nueva técnica, el óleo, con la que el espacio y la luz se expresaban con más claridad y dotaba junto al descubrimiento de la perspectiva (vista en tres dimensiones)  de una gran variedad de tendencias y de estilos.
Cada pintor será singular: Botticelli, elegante y equilibrado, inspirándose en antiguos dioses romanos; Leonardo da Vinci destacó por el sfumato (diluir el contorno de las figuras dotándolas de misterio y cierta movilidad); Rafael, dulce y apacible, destacando sus vírgenes y ángeles; Miguel Ángel, inspirado en el cuerpo humano masculino.


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